lunes, 19 de enero de 2015

Yo no soy Alvite - Pedro Narváez

Yo no soy Alvite - Pedro Narváez

Alvite ignoró todas las reglas que nos enseñan sobre cómo debe ser un artículo, por eso es excepcional: mientras los demás nos sentamos a escribir como en un quirófano con ese ombliguismo periodístico que lleva aparejado un bisturí romo, el maestro lo hacía como en el excusado que es donde los hombres al fin desembocan en lo que son. Alvite es el ejemplo de que las notas al margen son titulares y de que en una galaxia no muy lejana la literatura sin pretensiones tenía futuro. Putas y periodistas, esa entente de otro siglo, la doble P, no tuvo jamás mejor lecho que en su sintaxis desvariada que, como en el circo, nos mantenía en vilo por si el equilibrista caía a la red. Pero si alguna vez desmayaron sus palabras fue en una lona entre el aplauso de los que disfrutábamos de esa brecha en la ceja por donde brotaba sangre, sudor y melancolía. Nadie puede imitarlo sin parecer un payaso que confunde a Gómez de la Serna con Marcel Duchamp. Como si en vez de Alvite contara un chiste Eugenio, una cortina de humo. Su ataúd pesa menos que la biblioteca de un paleto porque sus artículos soltaron todo ese lastre cultural con el que se visten los reyes de la columna. Aun así, lo contradigo y parafraseo a Paul Valéry, que es el que tengo a mano en la mesa: el viento se levanta, hay que escribir.